“Un milagro que no se acabe nunca
yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura
Jorge Luis Borges. Borges y Yo
vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio, la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba.
Jorge Luis Borges. El Aleph
Sobre un cielo cercano se encienden súbitamente reflectores y pantallas que espejan las mil caras de un solo héroe. Un canto general que corea el mismo nombre las acompaña.
Maradóooo….maradóoo….maradóooo…
-Ya va a empezar la conferencia del Diego-, dicen a su lado.
No es posible. ¿Desde cuándo el Diego da conferencias? Llena estadios, canta y baila, magnetiza todo lo que toca, concede entrevistas que siempre descolocan a los entrevistadores. No habla desde cátedras ni púlpitos ni parlamentos.
Ella mira a su alrededor. El paisaje nocturno brilla con insólitos colores de fiesta, como una tarjeta postal o un libro infantil. Hasta los jardines de pasto inglés diezmado por el otoño, los edificios de ladrillo con ecos del medioevo, las torres afiladas, las cúpulas, las gárgolas, parecen una divertida escenografía de kermesse. Una multitud alegre pero relativamente ordenada la va empujando hacia un lugar que no puede ver desde donde está, tapada por cabezas casi siempre más altas.”
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