LOS SANTOS INOCENTES
Los primeros pobladores del Cielo cristiano fueron los Santos Inocentes.
Inocentes, claro, hubo muchos antes que ellos. Pero tal inocencia y las formas de su vida y de su muerte, fueron estrictamente naturales, sea por las diversas enfermedades que aquejan a la infancia, sea por la maldad que algunos hombres segregan, como el caracol su baba luminosa.
Los otros Inocentes, los que mandó matar un rey de Galilea, porque uno de ellos podía ser el legítimo heredero de su trono, se merecían el Cielo por causas del todo sobrenaturales. Aunque ninguno de ellos fue consultado previamente a tal efecto, sus breves vidas y sus largas muertes fueron necesarias para despistar a Herodes, y para que se cumplieran las profecías.
Quedaron, pues, bautizados con su propia sangre, que protegía los secretos designios del Señor y entraron de inmediato en un Cielo vacío. Venían degolladitos, temblando por las corrientes de aire que asolaban ese espacio aún inhóspito. Se hubiera dicho que llegaban en malón, a no ser por su condición especialmente patética e inofensiva.
Varios ángeles les cosieron los cuellos tiernos y rotos con dedos de seda. Y otros ángeles (puesto que aún no había allí mujeres, y tampoco hombres) les dieron de mamar, ya que habían sido arrancados sin piedad del seno de sus madres, y ninguna otra cosa podía complacerlos.