“Conocí a Theresa Pride el 12 de marzo de 2024, desde la escollera de Puerto Quequén. Era (es: nació hace poco, en 2021) fuerte, grande, elegante a su manera, llamativa pero sobria, pintada de ocre y de un azul profundísimo, casi negro, donde luce su nombre en letras blancas. Bautizada en inglés, es un ser femenino, como suele ocurrir con los barcos en esa lengua.
Algunas de las razones esgrimidas popularmente para justificar su género, suenan frívolas: costo de mantenimiento comparable al del maquillaje, formas voluptuosas, vanidad en el arreglo. Otras parecen decididamente patriarcales: mujeres y naves, dicen, necesitan un capitán: un hombre experimentado y fuerte que las controle y les maneje el timón. Pero las hay más atendibles: los nombres remiten a diosas, reinas o heroínas protectoras. O son los de las mujeres (madres, hijas, esposas) amadas y valoradas por los navieros que así las homenajean.”
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