“La pasión por la Historia, cercana y lejana, tanto criolla como europea, contribuyó a que Mujica Lainez fuese percibido por parte de la crítica universitaria local como un escritor “anticuado” y hasta cierto punto “decadente” o “decadentista”, nostálgico de un pasado perdido. Sus temas preferidos obturan la novedad de la perspectiva y de los procedimientos de escritura que en realidad lo sitúan como un adelantado, un precursor de la que Seymour Menton llamó “nueva novela histórica”. La injerencia de lo fantástico, lo mítico y lo sobrenatural que rompen el pacto del realismo, el uso de la parodia, la ironía, lo carnavalesco, lo vinculan con la gran novela latinoamericana de Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Elena Garro, Augusto Roa Bastos. Su trabajo sobre la subjetividad, que entrelaza lo autobiográfico y lo autoficcional en la construcción de personajes históricos (como sucede como el duque de Bomarzo), también su tratamiento de la sexualidad y las distintas formas del deseo, se anticipan a tendencias que son de plena vigencia.”
“Puestos frente a su obra, lo primero que llama la atención es su vastedad y variedad. A unas catorce novelas, se suman cinco libros de cuentos, seis de biografías y ensayos, dos tomos de crónicas de viaje, también poesía, entre otras publicaciones y recopilaciones de textos dispersos, sin olvidar su labor de traductor de Shakespeare y de Racine (autores especialmente vinculados con su propia poética). La cantidad está acompañada por una calidad que asombra desde el principio. Las décadas entre sus veinte y sus cuarenta años están marcadas por un intenso aprendizaje, así como por su temprano ingreso al periodismo cultural. En esa época escribe biografías (las de Miguel Cané padre, Hilario Ascasubi y Estanislao del Campo) y primeros relatos (la novela Don Galaz de Buenos Aires, los textos narrativos/ descriptivos de Estampas de Buenos Aires). A los cuarenta años, publica nada menos que Misteriosa Buenos Aires, precedida el año anterior por Aquí vivieron (1949). A los cuarenta y cinco, ya han salido tres grandes libros de su llamada “saga porteña”: Los ídolos (1950), La casa (1954) y Los viajeros (1955). Y una década más tarde, habrá dado a conocer dos novelas fundamentales de su “ciclo europeo”: Bomarzo (1962) y El unicornio (1965), que nos llevan a la Italia y la España del Renacimiento.”
“La pintura de una historia cercana prolongada en el presente de la narración atraviesa la saga porteña, que muestra el apogeo y la caída de un mundo estético e histórico, el de la rica burguesía que conoce el esplendor en los años ochenta del siglo XIX. Quiero detenerme especialmente en las novelas que integran esta saga, porque nos ofrecen claves fundamentales de toda su novelística.”
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