http://www.laprensa.com.ar/490234-Infancia-estudio-y-clasicos.note.aspx
De nena, como tantas y tantos de mis contemporáneos, fui asidua lectora de la colección Robin Hood, que tenía libros memorables para jóvenes de todas las edades. Así leí las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn. Y también decidí que quería ser como Jo, la aspirante a escritora de Little Women. Recuerdo igualmente una colección para los más chiquitos, donde leí sola un cuento por primera vez: “Nubecita, el chanchito distraído”, de Héctor Oesterheld, con dibujos de su hermana Nelly, publicado en la colección “Mis animalitos”, de Sigmar. Tanto las ilustraciones como la historia eran encantadoras; siempre pienso (y hasta escribí sobre eso) que en ese cuentito puede leerse una verdadera parábola de la condición de los artistas, contempladores que estamos siempre “mirando nubes” (como el héroe del cuento) ya que nos guiamos más por nuestros sueños que por las urgencias (y también banalidades) de la vida utilitaria.
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