La autora reflexiona sobre su novela Todos éramos hijos (2014) a partir de la novela Celia en la revolución, de la española Elena Fortún, publicada en forma póstuma.
Transcribimos un fragmento de su exposición: “Me conmovió particularmente comprobar la sororidad de miradas entre las dos adolescentes Celia y Frik (protagonista de Todos éramos hijos), desde cuyas perspectivas se narran los acontecimientos, aunque los contextos históricos y la naturaleza de las revoluciones sean diferentes. En el caso de Celia, la “revolución” (en el sentido más negativo del término) se refiere al alzamiento, en 1936, de una facción de las Fuerzas Armadas y de partidos opositores contra el gobierno legítimo de la Segunda República Española. La victoria de los facciosos en la Guerra Civil desembocará en la dictadura franquista con sus secuelas de exilio político y emigración económica. En el caso de Frik, cuando se inicia la novela estamos, por el contrario, en los años de la dictadura militar argentina anteriores al Tercer Peronismo, con las presidencias de facto de Marcelo Levingston (1970-1971) y Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973). Hay una revolución contra esa dictadura que germina en las conciencias de los más jóvenes, en este caso los que se educan en escuelas influidas por el cristianismo tercermundista, como Frik y sus compañeros. En apenas poco más de un lustro, el tiempo histórico vertiginosamente acelerado se precipitaría también en la tragedia, primero con la división interna del movimiento peronista, el incremento de la violencia política, el pase de la militancia armada a la clandestinidad, y por fin con el terrorismo de Estado que diezmó a la insurgencia juvenil, armada o no.”